martes, 22 de junio de 2010

Maneras de actuar

¿Con que frecuencia nos encontramos frente a inolvidables y verdaderos héroes y no somos capaces de apreciar lo elemental de la vida? El ejemplo radica en esas personas que marcan la diferencia, nos abren los ojos para poder apreciar la vida y realizan nuestra apertura mental para dejar el prejuicio y los preconceptos.

Llegar con el magro sueldo que lograba reunir al final de cada mes resultaba cada día más dificultoso. La imaginación y creativad para que cada centavo sea infinito resultaba de lo mas extraño, por no decir triste. El Negro -como le decían en el barrio- a estas alturas parecía todo un gran chef, pero no por los refinados platos que elaboraba sino por la manera ingeniosa con que lograba otorgarle un sabor único y deliciosos a las sobras que conseguía pidiendo en las opulentas casas que indicaban la distancia entre su humilde morada y su lugar de trabajo.


Nunca sintió verguenza ni humillacion por ir a pedir algo de comida para alimentar a sus dos pequeños hijos, ropa con que cubrir sus magros cuerpos en las frías noches de invierno, o algunas monedas para comprar medicamentos. El Negro era un hombre honrado que conseguía el pan de cada día trabajando desde mucho antes que el sol asomara en el lejano horizonte hasta entrada la abismal obscuridad indicando el final del día. Pero ser honrado no resultaba suficiente para alimentar a sus pequeños hijos. Por eso recurría a cualquier tipo de ayuda y nunca se sintió apenado ya que su prioridad era procurarle el alimento a esas dos criaturas que había concebido con su amada esposa.

Todas las noches antes de cerrar los ojos lloraba en silencio por la dura realidad que les había tocado vivir y por su amado país que lo llevaba a vivir una existencia cada vez más marginal. Lloraba en silencio por el dolor constante que sentía en su estómago a causa de no ingerir el suficiente alimento. Siempre decia irónicamente, su esposa, que la mayor parte de las horas del día las pasaba en el baño. Pero lo que la Negra no sabía es que su marido ingería diariamente cuatro litros de agua y de esa forma lograba mitigar los fuertes espasmos producidos por el hambre. Eso no importaba...

Lo importante era poder alimentar a sus pequeños para que crecieran fuertes y para que no cayeran en estado de desnutricion nuevamente. El año anterior sus hijos tuvieron que ser hospitalizados por presentar un estado de desnutrición severa. Y cuando, gracias al milagro de Dios, regresaron a su hogar luego de mucho tiempo encerrados dentro de las cuatro paredes del hospital el Negro juro que a sus hijos nunca más les faltaría un plato de comida en la mesa. Y así lo hizo.

Muchas veces se encontraba con personas que le cerraban la puerta en la cara cuando pedía, otros le argumentaban negativamente diciendo que seguramente sería para comprar bebidas alcoholicas o algún otro vicio. "No saben lo que dicen", pensaba con el pecho oprimido cada vez que escuchaba tales barbaridades. Pero como era un hombre honrado y educado simplemente agachaba la mirada y agradecía.

Él nunca flanqueaba el paso y seguía con el mismo ímpetu y espíritu guerrero de siempre. Incluso cuando le hacía frente a las terribles heladas del crudo invierno desde la iluminada esquina donde se instalaba desde hace diez años a vender el diario a las mismas personas que frecuentemente le cerraban la puerta en la cara...


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