domingo, 6 de junio de 2010

Buenas compañias

No hay mapas para ir al encuentro del AMOR TRASCENDENTE, pero es indispensable que el otro despierte en nosotros cierto tipo de INCONDICIONALIDAD.

Este toque incondicional del amor se manifiesta en la sensación de un encuentro de almas, en el mágico erotismo que el otro despierta en mí, en la atracción sexual, en las ganas de estar juntos… No se puede explicar, es ese bienestar, esa alegría del corazón que se siente por el solo hecho de que el otro esté cerca.

Cuando esa llama arde en nuestro corazón, parece que estuviéramos en las nubes… Pero claro, no somos puro corazón y tampoco podemos estar siempre en las nubes. También vivimos en forma terrenal, y tenemos necesidades, gustos, criterios, cuidados y preocupaciones que influyen en la relación. Dicho de otra forma, necesitamos también que el otro “encaje” en nuestras “preferencias”. Llamo a esto EL ASPECTO CONDICIONAL DEL AMOR, y resulta difícil y pernicioso ignorarlo por completo. Porque como lo anuncia el Talmud desde hace más de dos mil años, un pájaro y un pez pueden enamorarse y hasta formar una pareja, pero… ¿dónde harían el nido?

Estos dos aspectos del amor, la INCONDICIONALIDAD con la que se encuentran las almas y la CONDICIONALIDAD que imponen los gustos y las preferencias de ambos, deben seguir siempre presentes y ser al menos compatibles para que la pareja trascienda.

Al elegir una pareja, en primer lugar, tenemos que dejar que el CORAZÓN, el ALMA, nos guíen y después que la CABEZA acompañe, porque a menos que se trate de un pez y un pájaro, siempre es posible llegar a encontrar un terreno en común en nuestros gustos. PODEMOS ACOMODAR NUESTRAS CONDICIONES, PERO DE NINGUNA MANERA ES POSIBLE “FABRICAR” LO INCONDICIONAL; EL ENCUENTRO DE ALMAS SUCEDE O NO SUCEDE.

No es posible establecer proporciones de uno y otro aspecto. Varía de pareja en pareja y, de hecho, es normal que esto sufra modificaciones con el correr del tiempo. Por ejemplo, la primera etapa, la del noviazgo, es un terreno propicio para que se desarrolle el encuentro INCONDICIONAL, pero después, al casarse y construir un proyecto, formamos un hogar, generalmente tenemos hijos, y hacemos planes para el futuro personal y profesional, individual y compartido. Es entonces cuando crecen los aspectos más CONDICIONADOS del amor: disfrutamos de la sensación de estar remando juntos en el mismo barco y en igual dirección.

Muchas parejas caen en el error de descuidar en estas etapas el cultivo del AMOR INCONDICIONAL que habita en cada uno, olvidando los tan importantes espacios donde se disfruta de “hacer nada juntos”, especialmente una vez establecidos y conviviendo, cuando el proyecto en el mundo externo no necesita tanto de nuestra atención.

No es casual que muchísimas crisis de pareja aparezcan, como la mayoría de los pacientes denuncian…. “justo cuando teníamos todo y podíamos empezar a disfrutarlo”. Aquí la atención, digamos, se corre un tanto de los aspectos CONDICIONADOS, ya que la mayoría han sido “resueltos”, y repentinamente se “dan cuenta” que poco ha quedado de lo otro. Durante estas crisis todo parece estar ordenado y prolijo, pero si no hay “encuentro de almas” la vida en pareja se suele convertir en un gran “vacío” y la rutina terminará abarcándolo todo.

Fuente: http://www.companiasblog.com.ar/

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